Maniqueísmo galdosiano

Doña Perfecta, de Galdós, presenta una fuerte contraposición entre un medio rural atávicamente tradicionalista y un medio urbano moderno y razonable. Doña Perfecta y Pepe Rey, su sobrino, representan ambos mundos. El narrador toma partido por la causa moderna, aunque, si no lo hiciera, el lector también lo haría, pues Pepe Rey es un hombre sencillo y leal, y Doña Perfecta y su amigo el Penitenciario son la quintaesencia de la hipocresía irónica que desesperan al más pintado (de los lectores). En fin, esos dos mundos enfrentados, con un augurio explícito de cruenta guerra civil incluido (la novela es de 1876) deja cierto mal sabor de boca.
Para los amantes del mundo clásico, cabe decir que el penitenciario es un consumado latinista. Esto se dice de su biblioteca en el capítulo XXV: "Enorme estante de roble contiene una rica y escogida biblioteca, y allí está Horacio el epicúreo y sibarita junto con el tierno Virgilio, en cuyos versos se ve palpitar y derretirse el corazón de la inflamada Dido; Ovidio el narigudo, tan sublime como obsceno y adulador, junto con Marcial, el tunante lenguaraz y conceptista; Tibulo el apasionado con Cicerón el grande; el severo Tito Livio con el terrible Tácito, verdugo de los Césares; Lucrecio el panteísta; Juvenal, que con la pluma desollaba; Plauto, el que imaginó las mejores comedias de la antigüedad dando vueltas a la rueda de un molino; Séneca el filósofo, de quien se dijo que el mejor acto de su vida fué la muerte; Quintiliano el retórico; Salustio el pícaro, que tan bien habla de la virtud; ambos Plinios, Suetonio y Varrón, en una palabra, todas las letras latinas, desde que balbucieron su primera palabra con Livio Andronico, hasta que exhalaron su postrer suspiro con Rutilio".

Un par de frases me han llamado la atención: "sólo los entendimientos de ideas inseguras y de movedizo criterio propenden a la verbosidad" (capítulo III); "los pueblos pequeños, que por lo mismo que son enanos suelen ser soberbios" (capítulo XI).

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