La lengua como frontera

La lengua es el principal vehículo de comunicación de los seres humanos.
Cada lengua es una riqueza, como cada persona es una riqueza, un ser único.
Cada lengua es un sistema inteligente, humano, de comunicación. Inteligente porque permite leer, esto es, interpretar. Cada lengua es una lectura de Dios, el hombre y el mundo. Inteligencia: inter-legere: leer entre, relacionar. Saber es relacionar, saber es encontrar el significado que encuentra el hombre, un ser en busca de sentido.
Cada riqueza tiene su historia. Las lenguas son vivas, dinámicas. Si fueran estáticas, ahora hablaríamos latín en Rumanía, Italia, Francia, España y Portugal. Pero se habla, con sus variedades, rumano, italiano, francés, catalán, castellano o español, gallego y portugués.
¿Por qué nacieron estas lenguas? Porque se perdió la unidad política en la romania, en el territorio del Imperio romano, y la pérdida de la unidad política reduce las comunicaciones, reducción drásticamente acentuada con la invasión islámica (Pirenne) tras la que el Mediteráneo dejó de ser el Mare nostrum.
La lengua es viva, y si se interrumpe la comunicación, se subdivide en diversas lenguas.
Las lenguas romances (derivadas de Roma): rumano, italiano, francés, catalán, castellano, gallego y francés son lenguas hermanas, hijas del latín. La Edad Media ve nacer estas lenguas como medio de comunicación y, más tarde, como vehículo literario. Al mismo tiempo, el latín se cultiva por los clérigos (cultos, tanto laicos como eclesiásticos) lo que conlleva los siguientes resultados:
  a) permite la comtinuidad con la cultura romana. Si se hubiera dejado de cultivar el latín, esa cultura habría pasado a ser ininteligible.
b) fecunda la lengua y las literaturas romances. Así, por ejemplo, Boccaccio es uno de los principales forjadores de la lengua italiana con una literatura que debe mucho a Cicerón en lo formal y a Plauto en lo literario -la vis comica-.
La Edad Media ve florecer las lenguas y las literaturas romances junto a un intenso cultivo del latín que, con el Renacimiento, se cultiva también con una decidida voluntad de estilo, es decir, hablantes no nativos del latín escriben un espléndido latín.
La creación de los estados nacionales, la querella entre antiguos y modernos, la paz de Westfalia (1648) que destierra el latín de las cancillerías... produce un lento pero progresivo retroceso del latín.
La conciencia de hermandad disminuye con el olvido de los padres. La volatilización del latín acentúa la percepción de cada lengua romance como una isla, no como un plexo de rlaciones.
El romanticismo, el individualismo, la descristianizazión provocan una progresiva sacralización de la cultura, como señala el filósofo Gustavo Bueno.
Las peregrinaciones espirituales y penitenciales dejan paso al turismo cultural. La santificación de la gracia divina es sustituida en cierta medida y en ciertos sectores por la "santificación" de la cultura. La lengua propia pasa a ser una identidad que acentúa la individuación frente a la comunión. El nacionalismo se nutre de esa nueva idea: una lengua, una nación.

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