MONTESQUIEU: ENSAYO SOBRE EL GUSTO

Así, a la larga todo nos fatiga, y en especial los grandes placeres; siempre se los deja con la misma satisfacción con que se los ha tomado; pues las fibras que han sido sus órganos tienen necesidad de reposo; es preciso emplear otras más adecuadas para servirnos, y distribuir, por decirlo así, el trabajo. Nuestra alma está cansada de sentir: pero no sentir es caer en un aniquilamiento que la aplasta. Todo se remedia variando sus modificaciones: ella siente, pero no se cansa. Esta disposición del alma, que la lleva siempre hacia objetos diferentes, hace que ella goce de todos los placeres que vienen de la sorpresa; sentimiento que complace al alma por el espectáculo y por la prontitud de la acción: pues ella percibe o siente una cosa que no espera, o de una manera que no esperaba.

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