La irrefrenable pulsión de organizar la vida a los demás


Los organismos internacionales y los gobiernos, los pedagogos y gurús de la educación sienten una irrefrenable pulsión por organizar la vida de los demás. No se mueven en el terreno de los principios -los diez mandamientos, por ejemplo-, sino en el de los reglamentos. Trabajan por imponer sus modelos antropológicos a través de interminables directrices que revisten de una objetividad científica de la que carecen. Porque la filosofía no es geometría.

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