Toda lectura es interpretativa

Como el lenguaje humano no es unívoco, toda lectura es interpretativa, lo que no significa que toda interpretación sea válida. Pero no existe una sola lectura de los textos. Por eso es una falacia afirmar "como dice la Biblia", pues lo acertado sería afirmar: "Como dice la Biblia y yo (o quien sea) interpreto"...
Intrínsecos a la lengua humana son un sentido literal y otro figurado, metafórico, si queremos. Es por tanto la lengua humana polisémica. En la interpretación de un texto es necesario contar con esta doble dimensión, evitando ambos extremos: el de seguir a rajatabla una interpretación literalista y el de negar toda conexión de la lengua con el mundo extramental. De otra parte, todo texto pertenece a un contexto. Jamás debe leerse una parte sin relación al todo, y la inteligencia del todo depende también de la atención a las partes. En este sentido, la interpretación bíblica es extremadameente difícil, pues la Biblia no es un libro sino un conjunto de libros. Construir la propia interpretación a partir de los fragmentos que más convencen es una de las mejores formas de traicionar un texto.
Veamos el sentido latino de la palabra interpres, según el diccionario de Gaffiot:


Agente entre dos partes, intermediario, mediador, negociador, intérprete, el que explica, traductor.

Todo texto es obra de un ser pensante. Y el lector también lo es. Pero el autor no está presente, no puede resolver las dudas que surjan en la lectura del texto. Dudas que surgirán porque la lengua humana no es unívoca. Por eso hace falta un intérprete, un mediador. Por eso, a lo largo de la historia, una de las principales funciones del maestro ha sido mediar entre los autores de los textos y los oidores o lectores de los textos. La mediación es siempre necesaria, no solo en las etapas iniciales de la educación humana, sino en toda edad. Un lector avezado no puede despreciar otras lecturas del texto que él mismo está leyendo. Pensar que ante la disponibilidad de millones de textos en internet, el profesor es menos necesario que antes supone ignorar la naturaleza del aprendizaje humano. En la era de internet el profesor es más necesario que nunca, porque se precisa más capacidad de discernimiento, de discriminación, de evaluación de los textos.

Toda lectura es interpretativa y toda interpretación es susceptible de conformar una tradición. Así lo pone de manifiesto la crítica literaria. El hegelianismo, el marxismo, el formalismo, el psicoanálisis, el estructuralismo... son tradiciones interpretativas.
No existe una lectura "neutra". No existe una lectura neutra de la Biblia. Se puede rechazar la interpretación católica de la Biblia, pero no en aras de una lectura "neutra" y "objetiva", pues no existe.

Toda lectura es subjetiva porque la realiza un sujeto, lo que no significa que sea subjetivista ni relativista. Lutero no sustituyó una lectura subjetivista católica de la Biblia por una lectura objetiva de la Biblia. Lutero sustituyó una lectura católica por una lectura ...luterana. Lo cual es legítimo. Lo que no es veraz es afirmar que existen lecturas no interpretativas y no susceptibles de convertirse en tradiciones. Es más, de la posición de Lutero se han derivado multitud de tradiciones exegéticas de la Biblia. ¿No le gustaba la tradición? Pues ha provocado una constelación de tradiciones.
Lutero oponía "el" texto bíblico a la lectura "de la Iglesia", pero en realidad oponía "su" lectura a la lectura de la Iglesia.

La aversión luterana por Aristóteles, la filosofía y la razón ha provocado en el evangelismo la proliferación de discursos, no así de razonamientos. Es paradógico, pero, en nombre del texto bíblico, se imponen largos discursos interpretativos que excluyen réplica porque no son argumentativos. Son discursos opuestos a la teología académica, la de la Summa Theologiae, por ejemplo, en que se examinan los pros y los contras de cualquier sentencia.

Se puede admirar el objeto, dominar el objeto o matar el objeto. Creo que el luteranismo, pese a que afirma "defender" el texto bíblico, lo que ha defendido ha sido el "yo" del intérprete, por lo que ha iniciado una fase de "dominio" del texto bíblico, para terminar en la eliminación o muerte del texto. De hecho el protestantismo ha derivado en no pocos casos en una gigantesca deconstrucción de la Biblia, oh paradoja. Los defensores del texto han sido sus enterradores.

Lo cual posee su lógica. Pues el luteranismo sustituye la interpretación polifónica por la monódica. En ese sentido, el protestantismo está emparentado con el afán nacido en la baja modernidad por crear sistemas cerrados y excluyentes. Las interpretaciones bíblicas, como las corrientes filosóficas, se convierten en beligerantes, en monódicas. Tantos hombres, tantas opiniones. Tantas interpretaciones, tantas iglesias. Las interpretaciones individualistas (que no individuales) han babelizado la exégesis y, de resultas, la filosofía y crítica literaria contemporánea.

Toda teoría, toda filosofía trasluce una teología y una posición sobre Dios y el hombre (más relevante, precisamente, si es inconsciente). La posición luterana desconfía de la razón. Pero la razón es obra de Dios. La razón puede descarriarse, pero el descarrío no la hace nociva. Sin la razón no puede haber acto de fe, pues el acto de fe es un juicio intelectual. Desconfiar a radice de la razón es, en cierto sentido, desconfiar de Dios y de su proyecto creador.

El caso es que la desconfianza luterana de la razón ha influido
a) en la entrega con armas y bagaje de la filosofía tardomoderna a las matemáticas y a la experimentación,
b) en el hachazo kantiano a la metafísica,
c) en los reduccionismos delirantes de la contemporaneidad a la historia, la poesía, la economía o la pulsión libidinosa.

El irracionalismo conduce a exaltaciones de la voluntad (Schopenhauer, Nietszche...) y a un ateísmo que sacraliza, como el rey Midas, todo lo que toca, siguiendo el parecer de Chesterton de que quien deja de creer en Dios no es que no crea en nada, sino que cree en todo. (Por cierto, ahora nos encontramos en la fase de sacralización de los perros).
El irracionalismo deviene, en efecto, en voluntarismo y, con más abundancia, en el emotivismo. Al parecer sorprende mucho el Heil Hitler!, pero el hombre contemporáneo no cesa de gritar Heil! Heil. Estado! Heil, Nación! Heil, Cultura! Heil, Mercado! Heil, Democracia! Hay que reconocer que el politeísmo grecolatino generaba, al menos, imágenes mucho más bellas.

Comentarios