Papini: el futuro no existe como futuro, sólo es una creación y una parte del presente, soportar la vida inquieta, la vida triste, la vida dolorosa, por este futuro que de día en día huye y se aleja, es la estupidez más dolorosa de esa estupidísima vida.

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―El señor Hombre (usted, aquí presente, ante mí) ha dicho una gran y tremenda verdad. Los hombres piensan en el futuro, viven para el porvenir, consagran perpetuamente todos los hoy a los mañanas que tienen que llegar. Todo hombre sólo vive para aquello que prevé, que espera. Toda su vida está hecha de manera que cada instante tiene valor para él solamente en cuanto sabe que ese instante prepara un instante sucesivo; cada hora, otra hora que llegará; cada día, otro día que seguirá. Toda su vida está hecha de sueños, de ideales, de proyectos, de esperanzas; todo su presente está hecho de pensamientos sobre su futuro. Todo lo que es, que está presente, nos parece oscuro, mezquino, insuficiente, inferior, y nosotros solamente nos consolamos pensando que todo este presente no es más que un prefacio, un largo y fastidioso prefacio a la hermosa novela del porvenir. Todos los hombres, lo sepan o no, viven por esta fe. Si de repente se les dijera que dentro de una hora tienen que morirse, todo lo que hacen y han hecho no tendría para ellos ningún gusto, ningún sabor, ningún valor. Sin el espejo del futuro, la realidad actual parecería torpe, sucia, insignificante. Sin el mañana que hace esperar en los desquites, en las victorias, en las ascensiones, en los ascensos y en los aumentos, en las conquistas y en los olvidos, los hombres no querrían vivir. Sin el lejano perfume del mañana, no querrían comer el negro pan de hoy.

―Pensad, pues, en estos hombres detenidos de repente, que ya no pueden actuar, pero que todavía piensan. Pensad en estos hombres aprisionados en un eterno hoy, sin la liberación de la conciencia. ¿Qué deben de pensar estos hombres? ¡Qué dolor debe roer sus entrañas y desgarrar sus nervios! Inmóviles en sus actitudes vergonzosas y delictuosas, tristes e idiotas, sin posibilidad de esperanza, sin luz de ensueños, sin dulzura de proyectos, con las alas cortadas, las piernas atadas, las manos encadenadas, como una enorme multitud de esclavos miguelangelescos ceñidos por los lazos de su vida mezquina, asquerosa, por los lazos de esa vida que toleran solamente con la esperanza de vidas más bellas y mayores, estos condenados a la perpetua inacción reconocerán, con infinita rabia, toda la absurda estupidez de su vida anterior. Pensarán que sacrificaban todo el presente a un futuro que a su vez se convertiría en presente y a su vez sería sacrificado a otro futuro y así hasta el último presente, hasta la muerte. Todo el valor del hoy residía en el mañana, y el mañana valía solamente por otro mañana, y se llegaba ahí hasta el último hoy, el hoy definitivo, y así toda la vida transcurría para preparar, de día en día, de hora en hora, de momento en momento, lo que no llega nunca. Y descubrirán esa tremenda cosa: que el futuro no existe como futuro, que el futuro sólo es una creación y una parte del presente, y que soportar la vida inquieta, la vida triste, la vida dolorosa, por este futuro que de día en día huye y se aleja, es la estupidez más dolorosa de esa estupidísima vida.

―Hombres, nosotros perdemos la vida por la muerte, nosotros consumimos lo real por lo imaginario. Nosotros valoramos los días sólo porque nos conducen a días que no tendrán otro valor que el de llevarnos a otros día semejantes a ellos… Hombres, toda vuestra vida es un fraude atroz que vosotros mismos tramáis en perjuicio vuestro, y sólo los demonios pueden reír fríamente de vuestra carrera hacia el espejo que huye.


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